La noche del demonio; Capítulo 3

Elise Rainier (Lin Shaye) acepta a regañadientes utilizar su capacidad de ponerse en contacto con los muertos a fin de ayudar a una adolescente (Stefanie Scott) que se ha convertido en el blanco de una peligrosa entidad sobrenatural. Insidious: Chapter 3 La noche Critica: Ver "Insidious" era como montarse en el tren de la bruja, una montaña rusa de clichés del género sabiamente mezclados por James Wan y Leigh Whannell. Su secuela directa suponía una inteligente vuelta de tuerca a lo que ya habíamos visto, pasando de los viajes astrales a los temporales sin despeinarse en absoluto, y siempre bordeando la delgada línea que separa la verosimilitud del esperpento en forma de espectáculo de marionetas. Juntas suponían un soplo de aire fresco a algunas ideas ya trilladas, como las casas encantadas o los espíritus y demonios. La noche Por ello, tratar de exprimir una idea que ya parecía marchita era un riesgo enorme, especialmente sin Wan en la silla de dirección. Y lo primero que llama la atención de este tercer capítulo es que su heredero, el propio Whannell, no se defiende nada mal con la cámara. Consigue no repetir los esquemas y maneras de su amigo, no hay imágenes aceleradas y en general la fotografía es efectiva, ya no parece que asistamos a un film con estética tan fría y luminosa que da la sensación de ser televisivo. La noche Whannell encuentra su propio camino como director, pero sólo desmarcándose de la estética de anteriores entregas, no porque acuñe un estilo personal. Porque le falta la capacidad de su compañero para recrear atmósferas y generar tensión, y en su lugar tira del susto fácil y los tópicos del cine de terror de bajo calibre, más cercano a la reciente "Ouija" que a "The Conjuring", a la cual homenajea de una manera bastante graciosa. Sin embargo, su debilidad en la dirección podría perdonarse si hubiera sido capaz de ofrecer algo mínimamente original. Y aquí es donde falla "Insidious: Capítulo 3". Hay muy poco en ella que te remueva en la butaca -quizá la figura de su villano, y algún momento conseguido, pero que recuerdan a lo ya visto en otras películas, como el ojo en la garganta-. Es una precuela que se contenta con ser, no con lo que puede dar de sí. Una propuesta de espíritus típica, sin más interés que pasar un rato entretenido -a veces, que le cuesta arrancar y tiene serios bajones de ritmo-, y donde lo realmente relevante transcurre en su media hora final, pero sin llegar a resultar escalofriante ni ofreciendo esa chispa de ingenio que la haga mantener el tipo con respecto a las anteriores. La noche


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